sábado, 25 de julio de 2015

El capitalismo como consecuencia lógica del desarrollo histórico del Imperio español

En el artículo anterior expliqué como el despliegue de los españoles en el continente americano durante la Edad Moderna responde a un patrón de desarrollo multiecológico que llevaba siglos ensayándose en la propia Península Ibérica y que denominé “La respuesta multimodal española”.

El Imperio español que se extiende por el mundo entre los siglos XV y XVIII es, en realidad, tres imperios distintos y simultáneos, cada uno de los cuales tiene su propia zona de actuación, su propia lógica de desarrollo y se inserta en un  proceso histórico, tanto previo como ulterior, diferente.

El primero de ellos es el Imperio de Poniente del Segundo Ciclo Mediterráneo, es decir, el Imperio aragonés bajomedieval, que recibe el refuerzo de las tropas castellanas a partir de la llegada al poder de los Reyes Católicos y que se proyecta sobre el occidente del Mare Nostrum librando, durante 300 años, un duelo singular con el Imperio de Levante (los turcos) que en su día llamé “el Duelo Mediterráneo”[1].

El segundo es el Imperio Transversal, que los españoles despliegan por el continente americano y que posee, incluso, sus propias colonias en el Pacífico Occidental, que llegan hasta las mismísimas puertas de los estados e imperios del Extremo Oriente asiático (India, China, Japón...) con los que se comercia activamente a través de las Filipinas. Es un verdadero imperio global (el primero de la Historia, en sentido cronológico) que conecta las regiones de nuestro mundo económica, demográfica y políticamente más potentes. Es la primera vez en la Historia en la que el hombre adquiere clara consciencia de los límites físicos de nuestro planeta, pues los marinos ibéricos (tanto españoles como portugueses) dan la vuelta al mundo, llegan hasta los confines del mismo y localizan todas las rutas marítimas posibles para alcanzarlos.

El tercero es la “Camisa de Fuerza francesa”, es decir, el conjunto de estados, señoríos y principados controlados por los Habsburgo españoles durante los siglos XVI y XVII, que se extienden desde Milán hasta Bélgica y que heredan la “función borgoñona”, es decir, el mandato de contener a Francia por el este y a Alemania por el oeste que los borgoñones habían cumplido durante buena parte de los siglos medievales y, antes que ellos, el reino de la Lotaringia, que se asentó -a su vez- sobre el viejo Limes renano que los romanos sostuvieron desde los tiempos de Julio César y que, antes que ellos, separó a los celtas de la Galia de sus vecinos orientales: los germanos.

Este tercer “imperio” es el más pequeño de los tres y, sin embargo, el que atrae hacia sí la mayor parte de los pensamientos, de los recursos humanos y materiales y las preocupaciones de los monarcas españoles durante las dos centurias citadas. Ese será nuestro “Vietnam” y la fuente principal de todas las desgracias y de los errores estratégicos cometidos por la “monarquía católica”. Es el único de los tres “imperios” que no se desarrolla como consecuencia de la evolución histórica natural derivada del proceso expansivo de los pueblos ibéricos que tuvo lugar durante la Baja Edad Media, sino que es un efecto secundario, no previsto ni buscado, de la política matrimonial seguida por los Reyes Católicos en su estrategia de neutralizar a Francia, el adversario tradicional de los aragoneses en su expansión por el Mediterráneo Occidental.

El Limes renano representa, en Europa, la más potente de las “fronteras intangibles” que la atraviesan desde la Protohistoria, tal y como expresé hace  ya tiempo en el artículo que abrió la serie histórica de este blog[2]. Es una barrera que, desde hace dos mil quinientos años no ha dejado de cobrarse vidas humanas en los miles de batallas que se han venido sucediendo en ese área. Es un territorio que atrae hacía sí a los ejércitos que se desenvuelven desde el Atlántico hasta el Oder y desde el Mar del Norte hasta el Mediterráneo. La frontera que, a finales del primer milenio anterior a la Era Cristiana separó a los celtas de los germanos lo ha seguido haciendo con sus herederos desde entonces y cobrándose las vidas de sus mejores soldados.

Durante la Baja Edad Media ese área estuvo controlada por el Duque de Borgoña, que fue viendo como sus dominios iban siendo paulatinamente conquistados por el rey de Francia. Para los descendientes de Carlos el Temerario la alianza estratégica con España, a principios del siglo XVI, se presentaba como la única opción segura de supervivencia política, ante el inexorable avance francés hacia el este. La llegada al poder, tanto en el reino flamenco-borgoñón como en España, de Carlos I era la forma de revertir el desarrollo de los acontecimientos y de recuperar la iniciativa militar en su ya secular duelo con Francia. El plan estratégico fue diseñado por Adriano de Utrecht, el mentor de Carlos I, y tanto éste como sus herederos de la rama española de los Habsburgo lo aplicarían a rajatabla como verdaderos autómatas[3], por eso sostengo que la llegada de los Habsburgo al poder en nuestro país constituye un verdadero golpe de estado que termina poniendo al estado español al servicio de fuerzas extranjeras que tenían un diseño estratégico que no respondía, en absoluto, a los intereses, no ya de nuestro país sino ni siquiera de ninguna de sus facciones dominantes.

Desde 1517 la prioridad de la política exterior española fue controlar el avance francés... ¡¡por sus fronteras orientales!! (No por los Pirineos). Por tanto nos convertimos, de facto, en los guardaespaldas de Alemania. Por consiguiente, a largo plazo, nuestra “decadencia” política estaba cantada. La defensa de las fronteras de los dos “imperios” restantes (el de Poniente -en el Mediterráneo- y el Transversal -en América-), cuyas lógicas que enlazaban con nuestro proceso político previo, se subordinan a la de la Camisa de Fuerza francesa, que era algo que interesaba... a los austriacos y, paradójicamente, a holandeses y británicos, no a nosotros. Los beneficiarios más inmediatos de esa política fueron los turcos en el Mediterráneo y los ingleses en el Atlántico.

Y, sin embargo, el desarrollo histórico de cada uno de estos tres “imperios” enlazan, mil años después, con las estrategias políticas que, en su proceso expansivo, desplegó el Imperio Romano. En cada una de esas tres áreas los españoles recogen el legado de Roma y lo proyectan sobre el futuro. Esto, obviamente, no es una decisión consciente sino que -de alguna manera- son estrategias inducidas por la interacción que se establece entre el hombre y su medio. Los procesos históricos no suelen obedecer al diseño consciente de los hombres, individualmente considerados, que obrarían -como tales- con una estrategia personal, orientada hacia el corto plazo, sino que recogen las tendencias que se van perfilando a nivel colectivo y que tienen mucho que ver con factores como el clima, el relieve, la geopolítica, etc. Los hombres, en ausencia de factores mucho más vitales que condicionen sus actos, van a dónde va el agua. Por eso los castellanos y los portugueses apuntaron hacia el Atlántico y los aragoneses hacia el Mediterráneo.

En tiempo de paz o en medio de procesos expansivos los hombres, como el agua, buscan los valles y se establecen en ellos, desarrollan la agricultura y el comercio, se hacen a la mar, incrementan su población y crean estados más vastos y poderosos. En tiempo de guerra o en medio de procesos involutivos hacen lo contrario, porque en los valles es dónde se libran las batallas más masivas y sangrientas. En cierta medida los procesos históricos vienen predeterminados por los factores geográficos y -hasta cierto punto- se pueden predecir.

En el anterior artículo dije que España es el país con mayor diversidad regional del mundo en un espacio geográfico de dimensiones medias. Y les mostré las dos imágenes que ven más abajo:


Península Ibérica             Corte transversal en el sentido de los meridianos


También afirmé que es un concentrado de los paisajes que se dan en todo el ámbito peri-mediterráneo. Ahora veamos esto dinámicamente. Primero tracemos las líneas de cumbres que se dan en las cordilleras peninsulares:


Líneas de cumbres de las cordilleras ibéricas


Dichas líneas delimitan una serie de regiones naturales que vemos aquí:


Regiones naturales de la Península Ibérica


En el corazón de la Península se encuentra la Meseta Central española, una fortaleza gigante de unos 300.000 km2 aproximadamente de superficie que prefigura su función histórica. No es casual que el único estado que alguna vez se ha superpuesto sobre este área se llamara precisamente “Castilla”, identificándose así con su propia función histórico-política. Ya dije que las tácticas de guerra castellanas oscilaban, según la época, entre el “encastillamiento” (fase defensiva) y el contraataque (fase ofensiva). Como dije antes, cuando las cosas van bien se sigue el camino del agua y cuando van mal la dirección contraria.

Aunque la Península Ibérica sólo tenga 600.000  km2 el efecto psicológico que produce entre los hombres que viven en ella (y también entre los que la visitan) es que es mucho mayor. Esto es así por la cantidad de barreras naturales que la rompen y por la variedad de paisajes y de ecosistemas que se dan en ella. Por eso la llamé el “Subcontinente Ibérico”[4]. Como continente se comportó cuando los romanos la invadieron (tardaron 200 años en conseguirlo), cuando se generalizó la guerra entre musulmanes y cristianos en la Edad Media (un conflicto de -nada menos- que 800 años) y también cuando atacaron las fuerzas napoleónicas, que encontraron en España su segunda Rusia (un estado de dimensiones continentales). La historia ha demostrado que atacar a España produce efectos históricos inesperados: O el agresor tiene la implacable tenacidad y la infinita paciencia que tuvieron los romanos o se encuentra, como dije hace tiempo, con la “respuesta multimodal española”, que definí como una reacción diferida, escalonada y múltiple, que termina convirtiéndose en un infierno para el ocupante, que galvaniza la resistencia de las clases populares y provoca una desautorización de las clases aristocráticas y de las autoridades institucionales que colaboraron con el agresor.

Aunque es un país relativamente pequeño y despoblado (históricamente ha tenido la tercera parte de habitantes que Francia, con su misma superficie) crea, como acabo de decir, la sensación de que es mucho mayor. El hombre que es capaz de sobreponerse a sus implacables sequías, de derrotar a los invasores que lo han atacado desde la Protohistoria, de sacarle fruto a su pedregosa y árida tierra y de cruzar las barreras naturales que lo fragmentan, una vez que sale de ese hábitat se vuelve extraordinariamente eficaz, es capaz de adaptarse a casi cualquier medio y de improvisar sobre la marcha soluciones ad hoc porque, pese a su relativa pobreza material posee un gran bagaje histórico acumulado y una gran resiliencia, se ha visto obligado a ensayar multitud de soluciones diversas para resolver problemas de todo tipo. Ha aprendido a pegarse al territorio y a valerse de él para sobrevivir en cualquier circunstancia. También se desenvuelve con facilidad tanto en entornos cálidos como en grandes altitudes, si lo comparamos con cualquier otro europeo.

Volviendo al hilo de nuestra argumentación dijimos que España recogió, en los albores de la Edad Moderna, el legado de Roma en los tres escenarios geográficos a los que me referí:

En el Mediterráneo Occidental porque abre un nuevo ciclo político, cuyo eje se sitúa en este mar, mil años después de que cayera el Imperio Romano de Occidente, cerrando así el anterior, es decir, abren la puerta que los romanos cerraron y que había permanecido así desde entonces.

En el Limes renano porque acuden a apuntalarlo justo en el momento en el que se está rompiendo, evitando así el enfrentamiento directo entre las dos potencias que se asoman a las orillas del Rhin.

Y en América, lo que hacen los españoles no es más que replicar el Imperio Romano, al otro lado del mar.

Pero la vinculación entre los tres “imperios” españoles modernos crea unas sinergias que provocan un salto cualitativo en el desarrollo de los procesos históricos. En política, cuando varios elementos se unen de manera voluntaria no suman, sino que multiplican. Y esto fue lo que pasó.

Si España sólo se hubiera unido políticamente con el reino flamenco-borgoñón, pero no hubiera construido en paralelo su imperio americano, ni se hubiera estado batiendo con los turcos durante ese tiempo, hubiera actuado como una potencia regional dentro de la zona y como gendarme desde la misma, pero no habría provocado un incremento tan importante en el comercio europeo como el que tuvo lugar por la aparición de los metales preciosos y los productos exóticos americanos, ni habría generado tampoco la importante demanda de productos manufacturados que las colonias españolas y portuguesas generaron -en primer lugar- y los países de Asia Oriental -después-, lo que serviría de acicate para el desarrollo del comercio, de la industria, de la tecnología y de la ciencia, que fueron las bases que dieron lugar a la Revolución Industrial y a las revoluciones políticas contemporáneas.

Si España sólo hubiera construido el Imperio Americano, pero se hubiera mantenido al margen de los conflictos europeos, habría creado una gran civilización auto-referenciada, que habría defendido el Atlántico como un espacio propio y exclusivo e impedido al resto de pueblos ultrapirenaicos participar de manera directa en el desarrollo económico generado por el Imperio español. Los aristócratas españoles hubieran sido mucho más ricos y hubieran estado más vinculados con las actividades comerciales. La economía peninsular habría sido mucho más diversificada y próspera de lo que fue, pero también menos dinámica de lo que ha sido el conjunto de la economía europea desde entonces.

Y si España sólo se hubiera hecho fuerte en el Mediterráneo Occidental, pero no hubiera actuado de manera tan directa en los otros dos escenarios, hubiera terminado construyendo algo parecido a lo que fue el Imperio Romano de Occidente, pero con la capital en España y, por tanto, más escorado hacia el Atlántico, lo que hubiera significado que Francia, las islas británicas y Marruecos habrían quedado, de una u otra manera, subordinadas políticamente a esa estructura imperial, que también habría terminado extendiéndose, más tarde o más temprano, por el continente americano.

La vinculación política de estos tres imperios convierte a los españoles de los siglos XV y XVI en los arquitectos del mundo moderno y al Imperio español en el esqueleto que lo sostiene desde entonces. La vinculación económica entre Europa, América y Asia Oriental, que españoles y portugueses establecieron durante esas dos centurias han determinado la fisonomía del mundo global que ha venido después.

Los pueblos ibéricos abrieron las rutas, establecieron los primeros contactos con los pueblos del resto de continentes y establecieron los precedentes que los que vinieron después tuvieron que imitar.

Pero España también asignó los roles que los pueblos del Occidente europeo siguieron después, insertándose en la estructura de comunicación y de poder que acababan de construir, de la manera que se les asignó desde ésta, tal y como expliqué en el artículo “La estructura del Sistema Europeo”[5].

Los españoles se autoasignaron la función de guardar y sostener el orden que ellos habían creado. Pero abrieron -de facto- las rutas comerciales asociadas a su estructura imperial a los comerciantes de los países de Europa que también estaban volcados hacia el Atlántico, en especial a ingleses y holandeses, porque hasta la Guerra de los Treinta Años los franceses fueron el enemigo principal a batir. Los italianos quedaron atrapados en la línea del frente que creó el “Duelo Mediterráneo”, lo que les dejó sin apenas margen de maniobra y los austriacos fueron protegidos de cualquier posible agresión desde el oeste, lo que les permitió hegemonizar el universo germánico hasta la emergencia política del estado prusiano.

Cuando los imperios ultramarinos de la segunda generación (ingleses, franceses y holandeses) consiguen introducirse en el engranaje que los ibéricos habían construido, descubren la multitud de nichos sin cubrir que había en esas estructuras. Éstos tenían una debilidad estratégica: la demografía. Dije más arriba que la población francesa ha triplicado históricamente a la española. Y la española ha cuadruplicado o quintuplicado a la portuguesa. Hay un factor que va mucho más allá del voluntarismo de los hombres: Las matemáticas. Lo que hay que explicar no es por qué Francia relevó a España en el liderazgo planetario, algo que tenía que pasar -inevitablemente- alguna vez, sino por qué tardó tanto en hacerlo.

Y también hay que explicar por qué dejaron que, cuando el monopolio español se rompió, los ingleses se les adelantaran. Esto último tiene mucho que ver con el carácter continental del estado francés frente a la insularidad británica.

La debilidad demográfica de los pueblos ibéricos fue la razón que determinó que en vez de comportarse como verdaderos imperios, en el sentido antiguo del término, que controlaban desde el ámbito político las líneas maestras de las actividades económicas de sus súbditos y defendían a estos de la competencia de comerciantes extranjeros en sus zonas de influencia económica, actuaron -simplemente- como la vanguardia de los pueblos europeos y, al hacerlo, permitieron que los mercaderes, los contrabandistas y los piratas eludieran, con relativa facilidad, el control que unos estados más fuertes hubieran ejercido sobre ellos.

Como fueron los ibéricos los que construyeron la estructura política que abriría los flujos del comercio planetario, sus dirigentes se dedicaron fundamentalmente, dada la debilidad demográfica de la que partían, a vigilar la infraestructura sobre la que todo el edificio se sustentaba, permitiendo así a sus competidores utilizarla en beneficio propio. Ingleses, holandeses y -en menor medida- franceses se irían adueñando de buena parte de los flujos y de las rutas comerciales que españoles y portugueses habían creado, usando para ello, cuando era posible, medios legales y, cuando no, ilegales. Así comercio, contrabando y piratería se confundían con frecuencia, ya que eran actividades que podían ser ejercidas por los mismos individuos en momentos diferentes.

Sobre esta base se desarrolló el capitalismo que, visto desde este particular ángulo de visión, no es algo que ingleses y holandeses desarrollaran debido a su espíritu emprendedor, como nos vienen contando desde entonces, sino que -por el contrario- eran las actividades más lucrativas que la estructura política construida por los ibéricos les brindaban. Los anglo-holandeses no se hicieron ricos y prósperos porque fueran más activos que otros pueblos (ya hemos visto que siguieron la estela de los que iban por delante), sino porque supieron cubrir los vacíos que las estructuras políticas ultramarinas ibéricas tenían y, una vez alcanzado cierto umbral cuantitativo, pudieron empezar a permitirse actuar por su propia cuenta. (Los que empiezan trabajando como contratas auxiliares terminan poniendo su propio negocio).

En realidad lo que hicieron los españoles y portugueses fue crear un imperio... ¡europeo!, en el que ellos terminan trabajando de ¡capataces![6]. Y esto fue así porque el golpe de estado que hubo en España en 1517 (La coronación del primer Habsburgo) puso a la estructura política del Imperio español (imperio de facto) al servicio del “Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico” (imperio de iure) y de las estrategias políticas diseñadas por Adriano de Utrecht, que perseguían utilizar el poder español para salvar el complejo flamenco-borgoñón y -en consecuencia- la “función borgoñona”[7].






[1]  http://polobrazo.blogspot.com.es/2012/06/el-duelo-mediterraneo.html
[2] “Las fronteras intangibles”: http://polobrazo.blogspot.com/2012/01/las-fronteras-intangibles.html
[3] “Los autómatas del Escorial”: http://polobrazo.blogspot.com.es/2012/05/los-automatas-del-escorial.html
[5]  http://polobrazo.blogspot.com.es/2012/06/la-estructura-del-sistema-europeo.html
[6] “Los capataces del Imperio”: http://polobrazo.blogspot.com.es/2012/05/los-capataces-del-imperio.html
[7] La “función borgoñona”: http://polobrazo.blogspot.com.es/2012/04/la-funcion-borgonona.html

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